ESG, ¿antídoto al populismo?

La semana pasada, sentado cómodamente en mi sofá, encendí la televisión y escuché el testimonio de la actriz iraní Golshifteh Farahani. Me sentí muy impotente frente a tanto sufrimiento e injusticia.

La República Islámica de Irán es un régimen autoritario y teocrático que lleva en vigor casi 43 años. Con una población de 86 millones y una media de edad de 32 años, Irán es un país grande y joven con unos sistemas de educación e infraestructuras históricamente sólidos. Lamentablemente, esos puntos fuertes del pasado se están erosionando, al igual que los derechos y libertades del pueblo iraní.

Según el modelo de sostenibilidad soberana de Candriam —que evalúa la idoneidad de un país para la inversión y clasifica el rendimiento en los cuatro pilares fundamentales del capital sostenible: natural, humano, económico y social—, Irán ocupa el puesto 118 de entre 123 países de todo el mundo. Se trata de una puntuación pésima y apunta a graves fallos en prácticamente todos los indicadores que aplicamos.

Las fuerzas del Estado vulneran constantemente los derechos humanos y las libertades. La gobernanza es catastrófica y la corrupción es sistemática. La pobreza, la desigualdad y la represión están generalizadas. El Gobierno ha disparado la deuda en los últimos años desde una media del 11,8 % del PIB nominal o 45 000 millones de dólares durante 2000-2018, hasta el 41,5 % del PIB nominal o 591 000 millones de dólares en 2021[i]. Y las problemáticas ambientales proliferan, incluida la contaminación atmosférica extrema, la desertificación, la sequía generalizada y la pérdida de biodiversidad. Y a pesar de que la nación es un importante productor de combustibles fósiles, Irán muestra un escaso interés por la innovación y las energías renovables.

Estos factores por sí solos nos harían descartar la inversión en el país desde nuestro punto de vista, más allá de que el régimen opresivo de Irán haya sido ampliamente sancionado por organismos mundiales.

Por supuesto, ante la muerte, la violación y la tortura, a la que gran parte de la población iraní se enfrenta con demasiada frecuencia, la decisión de un lejano inversor de no invertir ni apoyar este régimen no sirve de gran consuelo.  Pero es una decisión importante. Ser un inversor responsable no puede significar poner fin a un régimen o gobierno opresivo, pero sí significa hacer una contribución modesta a no financiar y apoyar regímenes autoritarios y liberticidas.

Sin embargo, hay margen para el optimismo. Tras un período de gobiernos populistas que avanzan y un intenso escrutinio de los valores democráticos liberales, el año pasado parece haber marcado un punto de inflexión. Según el Tony Blair Institute[ii], el número de populistas en el poder ha alcanzado su nivel más bajo en 20 años, gracias, en particular, a Sudamérica, donde muchos líderes de centroizquierda han asumido el poder.

En Estados Unidos, los resultados de las elecciones de mitad de mandato de noviembre de 2022 también han demostrado que algunos candidatos independientes han empezado a dar la espalda a Donald Trump a la vez que respaldan al partido republicano.

Por tanto, ¿deberíamos pensar que estos acontecimientos sugieren que está en marcha un cambio estructural? ¿Está la gente empezando a creer una vez más en los beneficios de la democracia liberal? Tres cuestiones importantes en todo el mundo podrían respaldar este movimiento.

En primer lugar, la guerra en Ucrania. Conforme nos acercamos al primer aniversario del conflicto, los crímenes de Putin demuestran las consecuencias letales de un gobierno autoritario. Sin embargo, antes de la guerra, muchos consideraban a Rusia una buena inversión, dados los sólidos fundamentales macroeconómicos del país.

Las señales de alerta y las problemáticas de gobernanza de las que muchos inversores habían hecho caso omiso, han demostrado ser ciertas. No invertir en Rusia resultó ser la decisión correcta que había que tomar, dadas las sanciones que ahora afronta el país. Se trata de pruebas suficientes para que el mero análisis financiero que excluye los factores ESG no evalúe adecuadamente el riesgo. Todos los inversores deberían estar aprendiendo de las lecciones de Ucrania. Si no es así, corren el riesgo de convertirse en el Neville Chamberlain de los mercados financieros.

En segundo lugar, está la crisis de la covid. Tras un período inicial de incertidumbre y confusión en todas partes, la pandemia puso de manifiesto las virtudes de la buena gobernanza, la colaboración y la transparencia. La gestión encaminada a extirpar de raíz la covid y el posterior giro del Partido Comunista chino, pese a, tal vez, sus buenas intenciones, solo han servido para ilustrar su deficiente respeto de los derechos humanos y las libertades civiles, con la trágica consecuencia de millones de muertes.

Las democracias que han coordinado la vacunación de su población, a la vez que tratan de ser transparentes acerca de las muertes y alertan de los peligros de largos períodos de restricciones a las libertades civiles, han ganado el debate sobre el planteamiento correcto. Ningún sistema ha estado exente de defectos y errores durante la covid, pero las democracias liberales han vuelto por sus fueros frente a regímenes populistas y más autoritarios. La gente está recompensando el enfoque democrático liberal.

En tercer lugar, están el calentamiento global y el creciente número de fenómenos climáticos extremos. Estos fenómenos, cuestionados por algunos gobiernos no hace tanto, están desmintiendo a los demagogos. En Europa, los últimos siete años han sido los más cálidos jamás registrados[iii]. Según un informe federal[iv], los principales desastres meteorológicos de Estados Unidos causaron daños por valor de 165 000 millones de dólares en 2022, la cifra anual más elevada de que se tiene constancia. Todos los gobiernos se enfrentarán a desafíos climáticos, con consecuencias colosales para la sostenibilidad de la deuda de ciertos países. Aquellos que ignoren el clima simplemente se verán descartados por los inversores.

Durante mucho tiempo, un discurso que cuestiona la existencia de valores universales ha sido la piedra angular de regímenes autoritarios, que reivindican la eficiencia económica frente a unas democracias lentas y arrogantes. Estos valores, a menudo criticados como expresión particular de la voluntad occidental para dominar el mundo, siguen bajo ataque hoy en día. Pero deben seguir defendiéndose. No solo porque se trata de una lucha altruista, sino porque, como inversor, también es una apuesta de cara al futuro.

¿Acaso resulta realmente creíble que vaya a amortizar su deuda un gobierno que financia la guerra, amenaza la integridad física y mental de sus ciudadanía y no se preocupa por el calentamiento global? Todas las señales y las evidencias recientes sugieren que no. Tal vez si todos los inversores empezaran a pensar así, las democracias liberales respaldadas por los valores universales podrían por fin triunfar.

 


[i] https://www.imf.org/-/media/Files/Publications/REO/MCD-CCA/2022/April/English/statisticalappendix.ashx
[ii] https://institute.global/policy/repel-and-rebuild-expanding-playbook-against-populism
[iii] Fuente: Servicio Copernicus de Cambio Climático.
[iv] https://www.nbcnews.com/science/environment/extreme-weather-caused-165-billion-damages-last-year-noaa-says-rcna64290

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